El panorama digital y laboral español ha experimentado una transformación radical en los últimos años, impulsada en gran medida por el crecimiento exponencial de las redes sociales. En este contexto, la figura del influencer ha emergido como una de las más relevantes, convirtiéndose en un verdadero motor de la industria del marketing.
Según datos de la agencia 2bTube, en España ya hay más de 12.000 influencers profesionales, una cifra que supone un incremento de un 32% en comparación con el año pasado. Este crecimiento se debe, en gran parte, a la capacidad de los influencers para conectar de manera auténtica con sus audiencias, generando confianza y fidelidad.
O dicho de otro modo: los consumidores empiezan a confiar en estos creadores de contenido, a menudo más que en sus propios amigos, según se desprende también del Estudio ECommerce 2024 de IAB Spain presentado hace menos de un mes. El informe revela que la principal opinión que los usuarios tienen en cuenta a la hora de elegir qué comprar es la de otros usuarios de la web, decisiva en un 59% de los casos, y hace hincapié en que son las redes sociales (22%) y la publicidad online (19%), las fuentes que mejor tasa de conversión presentan.
Este fenómeno ha llevado a un cambio en la forma en que las empresas invierten en marketing. Las marcas están destinando cada vez más recursos a colaboraciones con influencers para mejorar su visibilidad y credibilidad en el mercado. Estas colaboraciones no solo ayudan a aumentar las ventas, sino también a fortalecer la imagen de marca y construir relaciones a largo plazo con los consumidores.
Ante el creciente impacto del influencer marketing, las autoridades españolas han considerado necesario regular esta actividad para proteger a los consumidores y garantizar la transparencia en las relaciones comerciales. Una nueva normativa publicada en el BOE la pasada primavera establece una serie de obligaciones para los influencers y las marcas, como la identificación clara de los contenidos patrocinados y la prohibición de ciertas prácticas engañosas. La reciente regulación asegura un entorno más transparente y ético, lo que beneficia tanto a las marcas como a los consumidores, consolidando así al influencer marketing como el aliado perfecto en la era digital.